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DE LA ACRACIA AL CACIQUISMO Y LA OLIGOFRENIA DEL BURRO MIJEÑO
Andrés Gálvez Industria cultural Miembro del Comité Ejecutivo de 'Alternativa Mijeña y Los Verdes'
Parece ser que siempre fui un desviado social, incomodo para los “pudientes”, los dictadores y caciques; que siempre fui “la oveja negra” de la familia, crítico, molesto, irreverente; en realidad, sin saberlo, estaba practicando acracia.
Ahora que comprendo el significado del término y me siento liberado de toda culpa, ahora que tras mil batallas, como Ulises, regreso a Ítaca, no puedo abstraerme del canto de sirenas que emite Stephane Hessel invitándonos a la “insurrección pacífica”, no puedo ignorarlo cuando nos dice: “coged el relevo, ¡indignaos!”, porque “la peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue”. Y cómo no sucumbir al de nuestro vecino José Luis Sampedro: “¡Indignaos! Luchad, para salvar los logros democráticos basados en valores éticos, de justicia y libertad prometidos”; Penélope debe esperar, ahora debo INDIGNARME.
Me indignan los que se han apoderado de lo que es de todos, los que practican el caciquismo y la oligarquía con lo público como si de su cortijo se tratara, recordándonos que todavía quedan en Mijas muchos “señorito andaluz”.
Me indignan los que destruyen lo que es de todos e intentan hacernos creer que lo público no es de nadie y luego van de “anarcas”.
Me indignan los que emborronan los recuerdos infantiles y desdibujan aquellos personajes que Stevenson y su familia crearon en la “Isla del Tesoro”. Ahora es difícil reconocer a los piratas, ya no llevan sus bombachos y chalecos, su pata de palo o el loro al hombro; se camuflan con trajes azules, bastón de mando y una gaviota o rosa en la solapa. Pero siguen saqueando nuestras arcas y arribando a nuestras costas con sus plataformas petrolíferas o sus grandes yates obligándonos a construirles puertos para que “atraquen” mejor.
Me indigna la oligofrenia del burro mijeño que vapulea el “Platero” de Juan Ramón Jiménez. Nuestros burros, los mijeños, aceptan sin soltar ni un rebuzno las órdenes de sus arrieros y pasean en sus lomos a cualquier hijo de vecino que los monte con sus cabezas gachas.
Me indignan los parroquianos que sólo sacan sus sillas a la calle para hacer correr el bulo de turno o “cortarle un traje” al vecino. Muestra una carcomida retrospectiva de los pueblos más rancios y casposos, que bien podía ser el escenario de alguno de los dramas de Lorca.
Me indigna la actitud complaciente de mis vecinos, los mijeños, cuando “unos” les mete el dedo en el “ojete” y “otros”, ahora, además, pretenden que les sonrían. Llegado a esta indigna situación me pregunto: ¿en Mijas no queda dignidad o hay querencia al tacto rectal?
Escrito por Alternativa, el Miercoles, 24 de Agosto 2011
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