La dirección del PSOE intentó en Alcaucín la misma operación que resultó exitosa en Mijas: cambiar al alcalde por un recién llegado fuera de toda sospecha · Bendodo aprovechó el exceso de confianza
EL caso Alcaucín nos ha mostrado esta semana los distintos procederes de hacer política. La torpeza de algunos dirigentes, lo avispado de otros y lo desesperado del que sabe que sólo la casualidad le puede llevar al poder.
El PSOE intentó en Alcaucín la estrategia que ensayó en Mijas, tras la dimisión del alcalde Agustín Moreno. A la vista de que la candidatura estaba confeccionada por el propio regidor, el partido abogó por sustituirle con un hombre al que la ciudadanía no viera como más de lo mismo. Había llegado pocos años antes al pueblo y encima era maestro. Así que la vara de mando recayó en Antonio Sánchez.
El estratega de Alcaucín intentó la misma jugada. Y hasta allí se fue el secretario de Organización del partido, Francisco Javier Conejo, a convencerlos de que ni el sobrino ni la de Urbanismo, lo mejor, la maestra del pueblo.
Y es que el PSOE no las tenía todas consigo con las investigaciones judiciales, y le causaba pavor que el devenir de las indagaciones acabaran por salpicar al sustituto/a. Nadie en el partido entendía cómo en un municipio de apenas 2.000 habitantes, los concejales del equipo de gobierno estaban liberados y percibiendo unos sueldos nada testimoniales.
En el PP, Bendodo trata de demostrar a los suyos que su elección fue un acierto y que el partido con él no perderá punch frente al PSOE. Así qué después de los discursos de complicidad generacional con su principal adversario y de tender puentes para alcanzar acuerdos con los socialistas, en cuento ha podido soltarle un revés a su homólogo del bando contrario no ha dudado un instante, pese al hedor de los pactos con tránsfugas. Así que tras propiciar la operación de Benalmádena, donde intenta el imposible de unir a todas las fuerzas de centro-derecha, y en la que fracasó su antecesor, Joaquín Ramírez, con el golpe de mano de Alcaucín comienza a ganarse el respeto entre los barones del PP malagueño y también ya puede presumir de enemigos en el lado opuesto que no descansarán hasta devolverle la jugada con intereses.
Pero el PSOE padece un grave problema que evitó resolver en los muchos años de tranquilidad interna que ha tenido la organización. Sus dirigentes hasta ahora no han querido prestar atención a las señales internas de que en el partido se han colado demasiadas manzanas podridas. Si los sospechosos aseguran alcaldías, votos para mantener la Diputación o incluso movilizan a los fieles para decantar los congresos provinciales, para qué atender esos avisos y poner en riesgo el poder. Así que luego no puede extrañarse Miguel Ángel Heredia de que el PP se coma alguna fruta defectuosa. Y de que no se atragante.
Escrito por Alternativa, el Domingo, 22 de Marzo 2009